En el mes de diciembre se celebró el III Concurso de Cuentos de Navidad del Ateneo Literario de Arte y Ciencias de Puerto Real. El objetivo era escribir un cuento de tema y ambiente navideño, en el que se debían resaltar conceptos como la solidaridad y el espíritu de la Navidad, reconociendo las nuevas realidades sociales en nuestras ciudades con motivo de la COVID 19 y sus consecuencias.
Pues bien, nuestra querida alumna Anjara García Villena del curso de 3ºESO C del IES Carlos Cano ganó en la categoría de adultos. Su cuento se titula “Una navidad diferente” y dice así:
UNA NAVIDAD DIFERENTE
07:00 de la mañana. Poco a poco la noche va dando paso a un nuevo amanecer y María comienza su rutina. Enfundada en su bata y en zapatillas, calienta el café, mientras Blacky, su gata y única compañía, le hace arrumacos reclamando su atención. De fondo, suena la radio con las noticias:
– Buenos días oyentes, hoy la curva de contagios de COVID parece que se está estabilizando, pero es muy importante que no bajemos la guardia. A lo largo de la mañana, el Gobierno hará públicas las medidas adoptadas de cara a las próximas fiestas navideñas…
María piensa mientras se unta la tostada, qué pereza, todos los días las mismas noticias, la misma dichosa curva y el mismo Simón. A estas alturas, ya lo siente como más de la familia que a sus propios hijos. ¿Es que ese hombre no se cansa de estar todo el día dándole vueltas a la curvita?
Estamos a mediados de diciembre, ya se va notando ese ambiente que hace a estas fechas especiales a pesar de que también le traiga sentimientos encontrados desde que, hace 5 años, su esposo Paco falleciera. Por una parte, es el único momento del año en que consigue reunir a su hijo Paquito, ¡52 años tiene el tío!, pero sigue siendo “Paquito” y a su hija Luisa; pero por otra parte, no puede quitarse de la cabeza la falta de sus seres queridos que se han ido quedando por el camino.
Paquito y su esposa Helen viven en Liverpool, allí trabaja como cirujano y sólo se dejan caer por España en Navidad y en verano, se ve que las playas de la Península son mejores que las británicas. Luisa es gerente de una cadena hotelera, por lo que un día está en Barcelona, otro en Tenerife, otro en Almería… si no fuese por el móvil, María no sabría ni dónde localizarla.
Volviendo a las fiestas que se avecinan, las calles lucen espectaculares, con ese colorido del alumbrado, las figuras y adornos, pero hay algo en el ambiente distinto a otros años. Se echan en falta los grupos de amigos por las calles, no se oyen los grupos de rondallas actuando y no ver a todo el mundo con máscaras lo hace todo un poco raro, más frío, no parece que estemos a pocos días de celebrar la Navidad.
María, a sus 85 años, pertenece a lo que ahora se denomina “población de riesgo”. Porque de cabeza funciona como un reloj, pero la edad no perdona y los achaques están ahí. Según dicen las noticias, las personas mayores son la que deben tener más cuidado, por lo que sus únicas salidas se limitan a bajar al súper, hacer la compra y de vuelta a casa.
Se disponía María a hacer la única salida que se permitía, ya que tenía que hacer la compra para preparar la cena de Nochebuena, pero antes de pisar la calle, toca repaso, no vaya a ser que se le olvide algo:
– A ver… llaves, teléfono, monedero, dinero, bolso, mascarillas, gel hidroalcohólico, líquido para desempañar las gafas, (parece que voy a subir al Himalaya en vez de ir a la hacer la compra).
Una vez hecha la comprobación, primero se dirigió a la frutería, allí compró una piña y algo de verduras, luego a la carnicería, donde dejó encargadas unas paletillas de cordero para recogerlas el 24 por la mañana y, por último, se llegó a la pescadería de Conchi, que era conocida de muchos años y, de vez en cuando, le hacía alguna que otra rebajilla en el precio.
– Buenos días Conchi, ¿a qué precio tienes los langostinos de Sanlúcar? ¿Y a cuánto las patas de cangrejo?
– Buenas María, los langostinos están a 25€ el kilo, y las patas a 20€, aprovéchate y llévatelas, que la semana que viene se pondrán al doble.
– Vale, pues ponme un kilo y medio de cada, que para Nochebuena vienen mis hijos y nietos, y estos comen más que un alcalde nuevo, además de que son de piquito fino, a saber las porquerías que comerán en Inglaterra, como que cada vez que se van de vuelta van cargados de jamón y embutidos.
– Por cierto María, ¿cómo te las has apañado para comprar los regalos navideños con la que tenemos encima y tu situación?
– Pues Conchi, no tengo nada aún, tu sabes que yo soy de riesgo como para ir a centros comerciales y en la tele no paran de decir que se hacen compras online, pero con las modernuras esas de internet yo no me aclaro.
– Oye, ¿y por qué no le pides ayuda a Abdel, el hijo de Fátima, tu vecina del tercero, que se dedica a cuidar a las personas mayores? Hace un mes que el restaurante donde trabajaba cerró y no lo está pasando bien, seguro que te echa una mano y así el pobre se distrae un poco.
– No se me había ocurrido. Eso haré. Toma cóbrate el marisco y felices fiestas Conchi.
De vuelta a casa, dándole vueltas a la cabeza, cayó también en la cuenta de que este año no llevaba tampoco lotería de Navidad, así que, aprovechando la salida, se acercó a la administración que había en la esquina.
– Buenas tardes, ¿Qué números le quedan para el sorteo de Navidad?
– Pues ya hemos vendido todo lo que nos han mandado, tendría que ser un décimo hecho con la máquina.
– Está bien, pero que sea un número bonito.
– Mire usted, ¿le gusta el 72.897 que nos ha salido en la maquina?
– Bueno es, deme dos. Gracias y felices fiestas.
Ahora sólo falta hablar con Abdel, a ver si me quisiera hacer el favor con los regalos de mis hijos y nietos. Lo voy a llamar al telefonillo y ya va avisado de que voy para arriba.
– ¿Sí?, ¿diga?
– Hola Fátima, soy María, tu vecina de abajo. ¿Está tu hijo en casa?
– Sí mujer, ahí lo tienes, lleva un mes que no se mueve del sofá, tú sabes… está fastidiado por lo del despido. ¿Para qué lo querías?
– Voy para arriba y te cuento, que necesito un favor.
Por fin llegué a casa de Fátima, y cómo no, con la mascarilla puesta, no es cuestión de poner en riesgo a nadie encima de la visita). Allí vive una familia humilde pero trabajadora. Fátima, inmigrante argelina, se dedica a cuidar personas mayores por las noches por cuatro perras; su marido Mustafá jornalero, una temporada en la fresa, otra en la aceituna, cuando es la época a Francia a los viñedos, pero este año con la pandemia, ha sido todo un desastre. Y su hijo Abdel, trabajaba de camarero en un restaurante, pero ante los recortes en horarios en la hostelería, hace un mes que está en el paro, y sin muchas expectativas de encontrar nada a corto plazo.
– Abdel, la semana que viene llegan mis hijos y nietos a pasar las fiestas, y con la situación esta del COVID no he podido salir a buscarle los regalos como otros años. Tú, que seguro que sabes manejarte con las cosas modernas esas que hay ahora por internet… ¿Podrías hacerme el favor de echarme una mano con mi problema?
– Vamos a ver María, ¿conoces Amazon?
– Yo no conozco a ese señor Amazon, yo todos los años iba a mi Corte Inglés, y allí hacía las compras.
– ¡Que no mujer! Jajaja. Amazon es un portal de venta por internet.
– ¿Y dónde tiene la tienda ese Amazon?
– ¡Anda ya!, Amazon no tiene una tienda como tú la conoces, sino que tú pides lo que sea, y en un par de días te lo llevan a tu casa.
– No me digas… ¿y el Amazon ese tendría un jersey para mi Paquito, un perfume para mi Luisa, para Helen, como es tan rara, una caja de bombones que seguro que le gustan, y para mis nietos Paul y Mary un videojuego de la Play Station para él y algo de música para ella?
– ¿Te parece bien para tu nieta un altavoz bluetooth? De esos que van sin cables.
– ¿Y eso cómo se enchufa sin cables? Qué cosas más raras tenéis los modernos. Venga vale. Ya me dices cuánto vale todo, que ahora voy y te subo el dinero.
– No te preocupes, que ahora te digo lo que sale todo.
– Y a ti… ¿qué te debo por todo esto Abdel?
– Por Dios mujer, nada, nada. Cuando necesites algo, para la compra, ir al médico o lo que sea, avísanos, que los vecinos estamos para ayudarnos.
– Muchísimas gracias, acéptame al menos este décimo, acabo de comprar dos, y yo, para jugar por tradición, con uno tengo bastante. ¿Y vosotros como musulmanes como vivís estas fiestas?
– Pues al igual que vosotros los cristianos, nos limitamos a disfrutar del ambiente y a ser buenas personas. No creo que haya ningún Dios que le desee el mal al que tengas al lado, llámese Jesús, Mahoma o Buda… 72.897. Bonito número María, muchas gracias. Y ya sabes que aquí nos tienes para lo que necesites.
Vísperas de Navidad. Amanece en casa de María, pero hoy el desayuno tiene otro aire. Dos cafés, dos tés, dos colacaos y una rueda de churros inmensa en la mesa. Hoy a la gata Blacky le sobran las caricias, ya que el día anterior llegaron a casa los hijos y nietos de María. En la tele continúa Simón con la “curvita” de cada día, ¿es que ese hombre no tiene nada mejor que hacer? Y de fondo la cantinela de los niños con la lotería. Por debajo de la mesa, Paul y Mary a patadas el uno con el otro, se ve que todos los hermanos se pelean cuando están juntos, sean de donde sean. Paquito echándoles la bronca a los niños, que pasan de él y siguen a lo suyo, patada va, patada viene. Luisa poniéndose al día con su cuñada Helen y María con una sonrisa de oreja a oreja observándolos a todos, cómo cambia un hogar cuando hay gente…
De pronto, se oye el timbre y golpes. Al abrir la puerta allí está Abdel, el vecino de arriba, nervioso, se notaba que estaba riendo, pero con lágrimas en los ojos. Era un llanto de alegría. Se abrazó a María (¡Hala! ¡A tomar viento la distancia social!).
– María, cuando le cuente… ¡No lo va a creer!
Finalmente, esa fue una Navidad diferente, que nunca podrían olvidar, pero lo más importante es que a pesar de la adversidad fueron unas FELICES FIESTAS